miércoles, 26 de octubre de 2016

Refugiados en Galicia: Del Tabqa a A Coruña. La historia de Ahmad, el creador de sonrisas



Ahmad en el campamento de refugiados


Son las once menos cinco de la mañana y para variar, llueve en Compostela. Llego cinco minutos antes de lo acordado, por lo que tengo que cobijarme bajo los soportales más cercanos. No estoy muy nerviosa a pesar de que Ahmad será la primera persona de Raqqa con la que me encuentre personalmente después de tantos años, imagino que ese vínculo tan cálido para mí es el que no me hace estar ni si quiera algo inquieta como de costumbre antes de un encuentro.

Son las once de la mañana y Ahmad llega con una sonrisa acompañado de Leticia, quien se ha convertido en su ángel de la guarda. Lo primero que hace Ahmad después de saludarle es reírse y mirar a Leti para decirle "¡Tiene acento de Raqqa, de Raqqa, shawi!". Conjuntamente decidimos tomar un café antes de que Ahmad conozca la ciudad. Me pregunta sobre mí, y le hago un resumen breve: le hablo de cuando salí de Siria, lo que estudié, en lo que me especialicé...Le hablo del blog y también sobre mi  reciente tesina y es cuando Ahmad se pone serio y abre los ojos "¿Pero eso es peligroso, lo sabes no? Sabes que escribir sobre Raqqa siendo de Raqqa ahora mismo es muy peligroso, no quiero asustarte pero es así" Asiento con la cabeza para transmitirle que estoy al tanto del peligro. Ahora es mi turno y le pregunto sobre él. Me cuenta que él es originario de Tabqa, que tiene 31 años, que es carpintero aunque siempre soñó con ser psicólogo. Me cuenta también que salió de Siria en noviembre del 2015. Él junto a otro amigo, lograron salir por un precio inferior a la tarifa establecida por los contrabandistas para sacar a la gente de Siria. Bueno, en realidad te acercan a la frontera turca, pero eso no te asegura nada. Ahmad me relata con todavía gran impacto la dura travesía, que para mí es ya conocida: Es el mismo angustioso y duro camino que familiares y amigos han realizado. "Tuvimos que trepar alto, y luego tenías que agacharte, te llenabas de barro. Había mujeres, ancianos, niños llorando (...) Yo mismo fui testigo como la policía turca disparaba a alguien".

Una vez en Tuquía Ahmad se asentó en Gaziantep, como gran parte de la población que huye de Raqqa. Allí trabajó de carpintero, para luego trasladarse a Estambul, donde más tarde se reuniría con su hermano y familia. Por lo que cuenta Ahmad parece que su estancia en Estambul no fue nada fácil, es allí donde tuvo que realizar mucho esfuerzo y pedir dinero para poder viajar a Europa. Pero Europa no lo recibió bien, no al menos como él y sus compatriotas merecían y necesitaban. En el campamento de refugiados en Grecia convivió junto a otros sirios esperando a ser trasladado a otro país. Fue allí donde conoció a Leticia que trabajaba como voluntaria. Juntos forjaron una sólida amistad que les permite combatir las adversidades a las que Ahmad se enfrenta. "La situación en los campos era nefasta. La gente suele  padecer depresión por dos motivos esenciales:  Por una parte, no saben lo que será de ellos, nadie les dice nada. Y por otra parte, no tienen nada qué hacer en todo el día. Solo pensar y esperar. Aunque esto por suerte está cambiando al final, se están creando una especie de pequeñas comunidades" confiesa Leticia, que además señala la paranoia  y manifestaciones de violencia en los niños que "No solo dibujan cosas tristes (botes, etc.) o violentas, sino que fabrican jugueres en forma de modelo de armas muy preciso con la basura o la madera que encuentran en los campos". Además, Ahmad y Leticia me hablan de un capítulo espeluznante que tuvo lugar en el campamento, cuando sospechosamente unos aviones volaron bajo sobre el campamento. Fue entonces cuando el horror, el miedo y la paranoia se apoderó de los habitantes. El ruido producido por los aviones, les recordaba a la causa que les había empujado a salir de sus casas: La guerra, el peligro de muerte, las bombas de las que fueron testigos. Es en medio de este relato cuando Ahmad hace un apunte interesante "Es fuera cuando empiezas a darte cuenta de todo. Dentro ya asimilas que esa es la realidad, convives con ello anulado, fuera es cuando empiezas a darte cuenta de todo". Y añade después de mi intervención "Menos para los de Damasco. En Raqqa decíamos que en Damasco Al dunia Bi Kher (La vida va bien). Allí la gente sale a los restaurantes, va a la universidad, y tienen algo que se asimila más a una vida normal, pero en Raqqa y otras zonas, no".  Ahmad sufre estrés post-traumático, y ha desarrollado una sensibilidad extrema a visualizar cualquier escena de violencia "El otro día estábamos viendo una película, y las escenas de violencia eran insoportables"  Recuerda como fue testigo de escenas macabras, de ver cadáveres en la luz del día. Explica como los niños no eran conscientes de nada, y que incluso eran capaces de jugar con ellos, sin saber lo que tenían entre las manos. 

Cuando hablamos sobre Daesh, Ahmad se pone todavía más serio. "No dejan vivir a la gente en paz. Siempre están en la calle vigilando a las personas y señalando lo que tienen que hacer, como se tienen que vestir. Un coche con un altavoz le grita a la gente que tiene que ir a rezar cuando es la hora de la oración". Mi especial interés por el tema, me empuja a preguntarle a Ahmad por la Batalla del Tabqa, que tuvo lugar en agosto de 2014 entre Daesh y el Ejército Sirio. Recuerda esos días con claridad y detalle "El ejército sirio estaba dentro del aeropuerto. Daesh rodeó el aeropuerto con sus miembros afganos para detectaran y acabaran con todo aquel que hablaba árabe". Añade que "Muchos miembros importantes del ejército salieron en avión desde el aeropuerto". No puedo evitar tampoco  preguntarle sobre la percepción de la gente sobre los bandos enfrentados en el conflicto "Con decirte que nosotros, después de que Daesh tomara la zona, vivíamos al lado de la hidráulica no teníamos electricidad, y las zonas próximas controladas por el régimen, sospechosamente sí la tenían. ¿Quién crees que se lo suministraba?". Ahmad no es el primer sirio que plantea esta paradoja, o esta situación confusa, que otros originarios de Raqqa han manifestado "Hay muchos negocios" sentencia.



Ahmad colaborando en el campamento de refugiados 

Hace un mes que Ahmad llegó a Coruña. Después de vivir mucho más de lo expuesto, que no deja de ser una leve pincelada a su dura realidad, ha intentado re-construir la vida que la guerra ha destrozado. Vive con una familia coruñesa, en siete meses ha aprendido a hablar inglés de una forma excelente y está acudiendo a clases de castellano, y también al psicólogo. Además de ello, Ahmad está realizando actividades de voluntariado, y contribuyendo a la sensibilización de la sociedad gallega respecto al conflicto sirio. Se siente integrando, y feliz en la ciudad, pero se enfrentó a un dilema injusto impuesto por el rígido y nefasto sistema de asilo nacional. Solicitó ser beneficiario como le corresponde por sus circunstancias en el Programa de Refugiados del Ministerio de Interior,  pero éste le obliga a acatar sus reglas, esto es: Es el Ministerio de Interior quién decidirá en qué ciudad española vivirá Ahmad, si quiere que sus necesidades sean cubiertas y que la ayuda necesaria se le suministre. Ni ACCEM encargada de implementar el programa, ni el gobierno local puede hacer nada al respecto "Después de salir de Siria, estoy intentando reconstruir mi vida, pero no me dejan" Ahmad dice sentirse "como una oveja". Ha sido despojado de cualquier libertad de elección desde Siria hasta Galicia, y ahora se enfrenta a un duro dilema: Empezar de cero de nuevo, y tener algo a lo que agarrarse pero con el precio de dejar a su nueva familia en Coruña, o quedarse sin amparo económico y social, pero recuperando su autonomía y mostrando resistencia ante un sistema totalmente deshumanizado e inflexible, dado que no tiene en cuenta el estado de vulnerabilidad en el que se encuentra el joven, y el esfuerzo que está desempeñando en normalizar su vida.

La semana pasada el Programa tomó la decisión por Ahmad, y decidió que su destino sería Barcelona. Ahmad tenía pocas horas para dar una respuesta, y tras pedir un tiempo extra a ACCEM (Que finalmente le concedió tres días y medio para pensar la respuesta), y varios conflictos internos, el valiente chico ha decidido quedarse en Coruña, tomando las riendas de su propia vida, eso sí, no recibirá ayuda alguna por parte del Programa. Es consciente de las adversidades, de la falta de cobertura que tendrá, pero Ahmad ha ganado una batalla ante lo injusto, y también una familia y unos amigos en los que apoyarse. Es importante tener en cuenta que este sistema no incluye ninguna clave humanitaria, algo ciertamente impensable tratándose de un programa de asilo y protección, donde la existencia del mismo se justifica por la necesidad de dar amparo a aquéllos que huyen de la guerra. Hemos sido testigos de decenas de titulares y eslóganes que anunciaban la "bienvenida a refugiados", y "la acogida" pero aunque exista la buena voluntad de las personas, organizaciones y asociaciones, los individuos y colectivos  no tienen ninguna autoridad para hacer sus deseos realidad, dado que es el Ministerio quien tiene la última palabra. Por ello, debemos exigir la humanización del sistema de asilo, que lejos de facilitar la vida de los recién llegados de la guerra, crea una serie de trabas y un estado de incertidumbre y confusión a estas personas en tan frágil estado.

Me despido de Ahmad y me da su número de teléfono. Me enseña su móvil con su número y me señala el nombre con el que se tiene registrado a si mismo: "Ahmad Smile Maker". Me mira y me dice sonriendo "Todos dicen que lo soy". Además de crear sonrisas, Ahmad tiene el poder que dota la valentía, de desafiar la injusticia y de querer ser dueño de su propio destino,  algo que desde hace mucho tiempo desconoce.Así es como Ahmad piensa con el corazón.


Ahmad en la que él ha decidido que será su nueva casa: A Coruña

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